20 octubre

   Ya casi no se me salen las tripas. Al menos no como antes. Es quizá que el ambiente en la casa es más estable y se sienten menos amenazas. Tampoco puedo decir que extraño las lluvias, me encantan las lunas de octubre y espero noviembre con ansias. La única buena razón que tengo para operarme pronto es quitarme de encima a la familia. Un año más un año menos. En realidad uno siempre vive como quiere. Supongo que no hay nada que valga más la pena, como en otros momentos en los que eran un café americano y unos delicados al alcance de la mano. Ahora lo único que está al alcance es un libro de Enrique Padilla, otras dos "novelas eróticas" que conseguí con la señora de enfrente a dos por diez pesos y mi máquina de escritorio que ya puedo accesar ahora sí desde cualquier lugar del mundo. Ubicuidad dicen por ahí. Es eso y la comodidad de las sillas del traspatio, jardín. Ese que creció cuando menos me lo esperaba y justo cuando dejé de regarlo. Así, entre la maleza, me siento a escribir. Max me hace compañía. Se me antoja un jalón de greñas. De verdad que sí. De verdad que no se quién chingados rompió y derribó la planta canníbalis que teníamos en el jardín. Carajo.

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