enero 22

   El búho lo despertó. Pensó que lo llamaba por su nombre. Entrar a ese taller escondido de primer piso en la calle del centro histórico buscando al maestro y encontrar al hijo imbécil a cambio. Escucharlo decir tonterías mientras examinaba su guitarra. Roberto solo miraba las fotos del maestro en el cuarto. El espacio tapizado con fotos de artistas famosos y una versión más joven del maestro, sin canas y con la misma mala cara con que le atendía. McCartney, VanHalen, Malmsteen, Slash, el que quieras, eso sí nada de Daniela Romo ni Sergio Andrade. Roberto sospechaba que la habilidad del maestro era escasa y se basaba más en esas fotos que en otra cosa. En ese momento el hijo del maestro terminó de colocar la cuerda a su guitarra y se preparaba para probarla. Sonó el celular de Roberto, colgó para concentrarse mejor en la prueba de sonido. El hijo del maestro golpeaba la cuerda, pero esta no vibraba. Inmediatamente se le soltó la lengua indicando que el problema podía ser la maquinaria, o bien el jack. Roberto se acercó a su guitarra y con un desarmador ajustó la altura de las pastillas. Todas ellas pegaban con la cuerda y le impedía vibrar. Se preguntó si el hijo del maestro no era el resultado fortuito del efecto degenerativo y hereditario producido por quizá un millón de drogas ingeridas por sus progenitores… durante su vida o simplemente el consumo materno de varias sustancias ilícitas durante el periodo de gestación. Ese pinche ácido fólico. Ayudantes que tosían de todo; cuando alguien llegaba, cuando alguien salía, antes de hablar, guardando silencio. Era molesto. Desconfiaba de la gente con demasiada personalidad gutural. No estuvo mucho tiempo ahí.

   Comer en un café sobre la calle de Bolívar esquina Regina. Roberto encontró demasiadas similitudes entre las relaciones del protagonista del libro de cuentos que leía y las mujeres de su vida. En especial en cuanto a los reclamos se refería. Le sonaba familiar. Incluso creyó escuchar a su propia madre. Se rio solo un rato. En la noche compartió unas copas con amigos que hace tiempo no frecuentaba. Y contempló mucho tiempo la banda que tocó de ocho a diez de la noche, no tanto porque tocaran bien. Tomó ininterrumpidamente durante toda su estancia, a lo que la gente podría llamar una velocidad constante. Mientras hacía esto pensaba en ahorrar dinero y dedicarse un año a vive de la música. Gente se paraba, gente se sentaba. Reía, aguardaba, se olvidaba del estado de sus finanzas personales. Alguien le hizo el comentario de que se veía mucho mejor, Roberto pensó que quizás era cierto. Otra persona le preguntó si se había operado las pompas, no supo si hablaba en serio o fue broma. Conforme la noche avanzaba, el espacio interpersonal empequeñecía, la gente se le acercaba y le hablaba al oído. Gente iba. Venía. Ella llegó, no platicaron demasiado, dejó que la noche fluyera naturalmente. Y ella le preguntaba si venía con alguien. Roberto no es un premio por el que hay que competir para ir a algún lugar después. Y cuando sintió presión por todos lados y por más de una persona…temiendo no poder quedar bien con ninguna, hizo lo de siempre: dijo que iba al baño pero salió del bar, se echó un hotdog y caminó a su coche. Recibió varios mensajes instantáneos y una llamada, pero igual se fue directo a su casa, le mintió descaradamente a un alcoholímetro y se fue a dormir.

   Roberto lee en silencio en el patio trasero mientras su gato intenta cazar una mariposa inútilmente. Hoy Roberto pensaba que es natural que se retraiga siempre. Roberto es una personalidad tipo cinco según el eneagrama. Según el eneagrama, eso no justifica nada, solo corrobora lo que ya se sabe.

MC Escher

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