mayo 4

   Fierros retorcidos y olor a quemado. Transporte de mercancías a través de varios miles de kilómetros; cosas pesadas y cosas ligeras. Cosas, finalmente. Parrillada en la azotea, Luis hablaba y hablaba. Yo solo trataba de escuchar con atención. De hecho me serví otra copa y mantuve la vista fija en el horizonte. Entonces me platicó que es cuestión de tiempo antes de que los usuarios globales de servicios digitales comiencen a presionar por estandarizar todos los servicios y unificarlos bajo una contraseña única. Single Sign-On. Yo seguía mirando el horizonte.
- La gente tiene que recordar demasiadas contraseñas, eso no es casualidad.
- ¿Cómo dices Luis?
- La del correo, la de tu PC, la del cajero, la del sitio del banco. ¿Cuántas puedes recordar?
- ¿Y eso qué tiene?
- Esto -me explicó- es con la finalidad de sugerir de pronto como solución.... y en un futuro no muy lejano, el identificador biónico.
- JAJAJAJA. Buen chiste. No veo cómo eso solucione nada.
- Un chip, para que me entiendas. No mas contraseñas, la contraseña está en ti.
- Suena bien, pero...tiene mas sentido usar un lector óptico, incluso uno digital, de esa manera no harían falta procedimientos invasivos de colocación de chips para identificar a nadie.
- Si, pero estrictamente hablando, podrías operarte los ojos o cortarte las yemas de los dedos y vulnerar los sistemas de seguridad. Como en las películas, piénsalo.
- No necesitas un chip. Lo tendrías que fabricar y luego implantar a la fuerza.
- Si. Pero un chip tiene otras ventajas, podría ser capaz de transmitir información precisa: no solo hábitos y patrones de consumo, sino también geoposicionamiento global de tu mercancía en tiempo real.
- Como un teléfono...
- Exacto. Un chip podría, por ejemplo, codificar todas tus conversaciones, incluyendo imágenes, y posteriormente transmitirlas como señales digitales a algún banco central de datos donde serían almacenadas... Todo esto sin que tú lo sepas, claro.
- Ya.
- Además, hipotéticamente también podría autodestruirse por control remoto. Esa es la mejor parte.
   Me quedé pensando mientras Luis se dirigía al horno de microondas, algo colocó dentro mientras me dirigía una mirada de cómplice. Luego cerró la puerta, encendió el horno y volvió rápidamente junto a mi. El interior del horno se iluminaba de manera extraña.
- ¿Qué le pusiste al horno Luis?
- Sabes, eso no es lo importante.
- ¿Y qué si?
- Que no tienes manera de saber...
- No tengo ningún chip Luis.
- No necesitas, como bien dijiste tú al principio.
   Luis le dio un trago a su bebida y se sentó, ahora ambos mirábamos fijamente el horizonte. Desde atrás, cerca de la barra, nos llegó el sonido inconfundible de un microondas haciendo explosión.

RFID

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