diciembre 20

   Joaquín está convencido de que está en el cuerpo de alguien más. Cada vez que se mira en el espejo lo sabe. Esa mañana, como todas las demás ignoraba su reflejo en la ventana, contemplaba a propósito gente mayor mientras pensaba en teñirse el cabello o en todo caso decolorárselo y dejarse la barba. En realidad Joaquín ignora cuándo comenzó a sospechar que el espejo lo engaña, tampoco sabe cuánto tiempo lleva siguiéndole el juego. En general es algo que ambos tienen bastante practicado, solo muy de vez en cuando se rompe tan perfeccionada hipocresía. Solo muy de vez en cuando.

   Ese día Joaquín se desplazó hasta su lugar de trabajo, confiado en que el anterior día de descanso le sentaba bien. Antes de asentarse y ver su correo diario se enteró de que hoy en escasas horas, se llevaría a cabo el intercambio de regalos decembrinos. Él no había comprado aún su regalo. Mientras se precipitaba hacia la puerta de salida para realizar su compra se enteró, de paso, que hoy también se celebraba la fiesta anual de la compañía y brindis de fin de año. Las puertas del elevador se cerraron mientras Joaquín se sonaba los mocos con un pañuelo desechable usado.

   Durante el intercambio lo único que notó fue que hay personas que se molestan en preguntarles humildemente a otras qué quieren mientras otras imponen regalos que más bien les hubiera gustado recibir. Duró poco. Deseaba salir corriendo. Se imaginaba en una alberca sin saber nadar, mientras su cuerpo se sumergía lenta pero seguramente... no por él desde luego, sino por sus compañeros laborales. Él agitaba su cuerpo y pataleaba desesperadamente en un intento por mantenerse a flote. No podía tranquilizarse. Las personas fuera de la piscina lo miraban condescendientes. El muchacho se ahogaba en una alberca. En una alberca.

   Terminó de comer. Ingirió dos coca colas. Intentó platicar con un mesero para que le llevara sus cosas hasta el tocador y evitarse así la pena de que todos lo vieran abandonar la fiesta antes del brindis. No lo consiguió, tuvo que cargarlas él mismo. De cualquier manera salió antes del brindis. Corrió hasta la estación más cercana como quien sale desesperadamente del chapoteadero. Una vez abordo se sintió más a salvo. Se imaginaba las paredes de su cuarto. No había nada más seguro que esas paredes. Recordó el libro que había comprado en la mañana. Ansiaba llegar a su cuarto, contemplar las paredes, oler su libro. Recostar su cabeza sobre la almohada.

   El tren paró repentinamente, la mayoría de los pasajeros apenas se movió. Joaquín Luxado tiene las piernas débiles, así como su cadera. Así como suena. Mientras el tren frenaba, Joaquín fue haciéndose de lado, cada vez más, hasta invadir completamente al señor parado a su izquierda quien solo lo aventó con todas sus fuerzas para el otro lado. Joaquín se encuentra con su reflejo involuntariamente en la ventana mientras intenta mantener el equilibrio. Está realmente convencido de que no tiene nada que ver con el joven que se precipita sobre el piso del vagón.


Rayos X Tornillazo
Cadera izquierda AP y lateral


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