enero 15

   Y tomé el vagón de tren como todos los demás días. Si no hubiera comprado El Gráfico no me hubiera enterado que un día como ese había nacido Vicente Huidobro, así como también había muerto Gabriela Mistral. Claro que... tampoco hubiera tenido material disponible y fotografías exclusivas en ropa interior para entrar al baño de la oficina a las 10 y media para entregarme a mi onanismo.

   Traté de olvidar que en la semana apenas pude despertarme para llegar antes de las diez a la oficina, que no tengo ninguna otra opción real de empleo... en fin, que la libertad consiste en la posibilidad de volver al cautiverio. Que la contradicción de Sofía era ser un habitante del mundo pero no habitar EL mundo. Que todos los días leo un periódico de diez pesos, solo para descubrir que el que vale 3 tiene más información de valor, me sacó una risa sincera y me puso tieso el miembro. Todo eso por menos de diez pesos.

   Se me había olvidado que tenía una película de Robert Downey Jr. en el coche. Y lo curioso es que la vi y ese día saliendo del trabajo me encontré con el tipo que siempre toca canciones en metro auditorio a las 6pm. Y recuerdo que muchas veces tenía ganas de decirle qué carajos hacía allí. Algo así como esa parte de la canción de Billy Joel cuando habla acerca del talento desperdiciado de un pianista en un bar. Pero no, en vez de dinero, puse la película al lado de las pocas monedas que tenía y seguí caminando. Toca muy bien ese cabrón. Toca tan bien que siempre siento cómo me mueve la tripa cuando termino el día. Es eso o quizá que tuve un mal día, o quizá que toca canciones llegadoras. Igual solamente sucede que soy un sentimental, en especial cuando hace frío y salgo de noche de la oficina hablando conmigo mismo.

   Traté de olvidar también que el fin de semana fui al centro, donde me encontré a un experto reparador de guitarras considerablemente más viejo, canoso y resignado. Debo decir que me sorprendió ver que tiene ya aprendices empeñados en absorber todo cuanto sabía el maestro. Me compusieron mi guitarra en menos de media hora. Me agarró la lluvia mientras comía en una fonda sobre la calle de Regina. Pasé tarde por Martín para el ensayo de las cinco y para las diez de la noche teníamos puestas otras cuatro canciones, incluída la de "Escapar". Traté de olvidar que nos dimos una vuelta en vano a la Roma, donde no encontramos a ningún representante de ningún bar para darnos ninguna explicación de nada. Traté de olvidar que al día siguiente llené deliberadamente mis solicitudes para ingresar no a una, sino a dos universidades suecas donde la tésis consiste en escribir ideas locas sobre cómo hacer métodos numéricos. Y también traté de olvidar que compré un libro de la veracruzana N. Lazo donde uno de los personajes afirma... que para escapar solo es necesario estar atrapado. Pero hace mucho que dejé de ser un aprendiz de Houdini. Más bien, como siempre y como diría Gus: Afuera mis entrañas...

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