febrero 27

   Creyó que lo único que necesitaba era presionar el botón. Pero horas después de haber vaciado el cubo de información no pasaba nada. Hizo de todo menos lo que tenía que hacer. Hubo amenazas, hubo enfrentamientos, hubo indiferencia. Dejó la oficina y salió para encontrarse consigo mismo. Se le salió una carcajada. La calle estaba particularmente vacía y estúpidamente blanca, la gran vía, con cielo despejado. Caminaba. Y entonces notó que dos tipos lo seguían. Podía sentir su presencia mientras atravesaba el parque. Aceleró el paso. Ahí estaban. No miento. Eran ellos, eran dos. Lo seguían a todos lados. Juró que esta vez no lo alcanzarían. Decidido, corrió lo más rápido que pudo, pero fue inútil. Antes de entrar en pánico robó una moto y se apresuró a tomar la gran vía. Era una supervía hecha como de goma. Volteó y para su sorpresa pudo ver cómo sus perseguidores resplandecían en una luz azul eléctrica. Trató de concentrarse en su muñeca y no soltar el acelerador. Había indicaciones al lado del camino. La señalización, nada familiar, indicaba un triángulo. Adelante pudo distinguir que el horizonte se fundía en algo que irradiaba ondas incandescentes. Aceleró. Sus perseguidores también. Entonces atravesó el umbral y se desintegró. La señalización al lado del camino cambió y esta vez el símbolo era una especie de letra, o quizás una sonrisa al revés. Ambos perseguidores dudaron, intentaron frenar. Penza frenó en seco, pero fue rebasado por su hermano, quien atravesó el umbral al instante y se desintegró.

   Alberto se incorporó tras echarse agua en la cara y se contempló largamente en el lavabo. Ileana lo observaba desde la hamaca donde fumaba.

-¿Qué tienes Al? ¿Estás bien?
   Ahora Alberto se miraba en el espejo y se tocaba la cara.
-Tuve la visión más rara.
-Al, estoy preocupada por tí amor, siento que deberías bajarle a esas cosas, no me gusta que practiques con la banda del Gordo, siempre regresas así y antes era solo una vez a la semana. Ahora es diario.
-Ileana, tuve una visión de otra vida.
-Ves amor, tienes que dejar de juntarte con ellos. Vas por mal camino. Me caen muy bien y me gustan sus ensayos, pero tienes que cuidarte.
   Alberto caminó hacia la hamaca donde estaba Ileana, hizo a un lado las varas con las que ella hacía baile con fuego por las noches y la miró muerto de miedo:

-De verdad era otra vida. Era yo. Pero en otra vida. Como paralela. ¡Lo entiendes?
-¿Qué amor?
-¡Se desintegró!
-¿Quién amor, quién se desintegró? Nadie se desintegró. Estamos bien.
-¡Miento!
   A Alberto se le salió una carcajada. Ileana le dio una larga fumada a su cigarrillo mientras veía las estrellas indiferente.
-Lo se Al. Me estoy cansando de tus payasadas.

Compuerta lógica NAND

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