febrero 26


   El circo ha caído. Ha caído de rodillas. La carpa se desmorona. Es verdad. Y mientras, yo indiferente rebano un plátano sobre el plato cuadrado en la cocina. Está lloviendo en quién sabe dónde, a cincuenta millas, donde deberías estar no hay nadie. Saco la crema del refrigerador y decoro cuidadosamente el plátano. Alcanzo el azúcar y espolvoreo un poco. Necesito algo muy dulce. Necesito una llamada. Necesito un abrigo. Me sirvo una taza de leche y la meto sesenta segundos al microondas. Agrego saborizante a vainilla. Me senté a cenar y comenzó a llover de verdad. Concluí mi cena en la mesa del patio trasero desde donde podía apreciar mejor la lluvia. Las gotas. Siempre puedo oír un tren de carga, siempre y cuando me esmere en escuchar. A veces tengo la sensación de que suceden cosas mágicas en mi patio trasero. A veces realmente suceden. Hoy no. La realidad es que llovía ahí, pero todo lo demás sigue igual.

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