septiembre 5

Osirion Abydos
  El día en que cumplí medio siglo mis amigos insistieron en llevarme al templo. Como llevaban ya un tiempo insistiendo, no opuse resistencia. Es decir, no mucha. Antes de que comenzara la ceremonia nos separamos, tiempo después me encontré solo frente al sabio.
- Dime entonces, ¿qué recuerdas?
- No mucho, por eso estoy aquí.
- Debes recordar algo.
  El problema de la memoria es que no nos pertenece, para recordar algo es necesario tener un lazo directo al recuerdo, una especie de enlace bidireccional. De otra manera, el recuerdo es imposible de evocar, pues simplemente se niega a ser evocado.
- Lo he olvidado casi todo.
- Ya veo.
  El sabio era una persona mayor, usaba barba y pelo largo. Lo vi caminar hacia la barra apoyándose en su bastón de madera. Tomó algunos recipientes de vidrio, murmuró unas palabras y finalmente encendió la antorcha. Inmediatamente el templo se iluminó. Sobre las paredes había grabados dibujos antiguos, quizá caracteres de alfabetos antaño olvidados. Lenguas muertas.
- Lenguas muertas.
- ¿Cómo dices? ¿Acaso recuerdas algo ya?
- No. En absoluto.
  Los ojos del sabio me observaban fijamente, el templo se mantenía iluminado y podía percibir un calor sofocante. Le mentí. Debió haberlo notado por la manera en como me miraba. Y yo, no es que no recordara nada, es que en algún momento tomé la decisión consciente de olvidarme.
- ¿Con que ya lo recordaste, eh?
- Fue una amnesia voluntaria.
- Recuerdos que no quieren ser evocados. Ya veo. ¿Y cuándo fue eso?
  Me quedé pensando un rato, luego otro. No podía saberlo con exactitud, había tenido lugar un informe político esa semana, palabras mas palabras menos... Y me dirigí al sabio:
-Fue justo el fin de semana que estalló esa guerra y yo perdí casi todos mis ahorros.
-Eso ha pasado ya cerca de un millón de veces.
-¿Qué exactamente?
-Exactamento eso que acabas de decir.

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