diciembre 19

   Me encontraba en el ático, acomodando algunas semillas de pino y otras cosas cuando me topé con el regalo que el Dr. Larsen le dio a mi tatarabuelo antes de partir hacia las heladas tierras de la Antártida. No pude resistir la tentación y miré dentro. Encontré la siguiente nota escrita de puño y letra del doctor:
El Tablero de Mehen ha sufrido considerables cambios a lo largo de los últimos siglos, sin embargo conserva su característica forma de espiral y "puede ser entendido como un juego para la eternidad, con partidas que habrían durado una eternidad." (1)
Con respecto a la casilla 42, las reglas establecen que una vez ahí, la ficha pierde su turno hasta que otra caiga en ese mismo lugar, en cuyo caso intercambian papeles preservando así el orden de las cosas. Es decir, una vez que la casilla es ocupada por una ficha, las mismas reglas aseguran que siempre permanezca ocupada. 
El número 42, la semiósis ilimitada de los jugadores, es personificada como un laberinto. La ficha representa a los mismos jugadores desafortunados y neuróticos que durante los últimos diez milenios han habitado la faz de la tierra.   
El secreto que el número 42 codifica ha permanecido oculto y es intencionalmente ignorado. Sin embargo, varias mentes han intuído desde siempre el rol de este número en nuestra especie, como respuesta a la vida, el universo y todo lo que existe, sin que nadie haya llegado a formular jamás correctamente la pregunta. 
Dr. Larsen
   Guardé la nota y decidí llevar el juego a la sala. En el camino se me atravesó el espejo. Observador y objeto observado son la misma cosa. El universo se contempla a sí mismo. Los que antes sostenían que la tierra no se mueve insisten ahora en que dios no juega a los dados. 

Juego de la Oca

1. Timothy Kendall: Mehen: The Ancient Egyptian Game of the Serpent, por Irving Finkel. University College London.

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