diciembre 8

   No estoy seguro cuánto tiempo permaneció la caja. Algunas cosas permanecen, otras no. La verdad es que al final, pocas cosas duraron tanto como aquélla caja. Me es casi imposible evocar un recuerdo sin ella. La caja habita en mi, yo habito la caja. La caja es parte de mi porque yo formo parte de la caja. Cuando el día parece insoportable es hora de volver a caja. De hecho, nunca es tarde para volver a caja. Ese día se fue la luz, el viejo que percibía mi frustración, se sentó a hablar conmigo. Me dijo:

- Ahora voy a mostrarte cuál es el problema, cabeza hueca.
- ¿Cabeza hueca?
- Exacto… ya veo, el problema es que no hay vacantes.

   El viejo se acercó, extendió su mano y me la colocó en la frente. Después cerró los ojos y murmuró palabras ininteligibles.

- ¿Qué estás haciendo? Seguro hay que cambiar el fusible.
- Cabeza hueca.
- Te digo que revisemos primero el fusible, seguro se fundió.
- Ellos no son como tú, cabeza hueca. 

   Entonces el viejo realizó un movimiento brusco y pude sentir su mano atravesándome la cabeza. Me invadió una especie de claridad de pensamiento, una extraña paz interior. El viejo exclamó: "Listo cabeza hueca, caja idiota", juntando sus manos y acercándolas al suelo. Yo quería decir algo, pero nada venía a mi mente, la encontré profundamente vacía.

- ¿Cómo pensabas llenar un recipiente ya de por sí lleno? Cabeza hueca. 

   El viejo desapareció, inmediatamente volvió la luz. Ese día tiré la caja.

Vacío

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